lunes, 20 de julio de 2009

Las 11 lecciones de la vida de Robert S. McNamara

Pocas veces un ser humano ha sido tan consistentemente acusado de ocasionar tal cantidad de destrucción, dolor y traumas, como la que propiciara Robert S. McNamara, (*San Francisco, 9 de junio de 1916 - † Washington D. C., 6 de julio de 2009), fallecido recientemente, era un ejecutivo de la empresa Ford y fue Secretario de Defensa estadounidense. Trabajó como Secretario de Defensa entre 1961 y 1968, durante el periodo de la guerra de Vietnam, y abandonó el cargo para convertirse en el Presidente del Banco Mundial entre 1968 y 1981.
La mayoría de los hombres de estado, terminan por hundirse junto con el régimen político que representan, y alrededor de figuras como éstas se alza toda una mitología y, con la mórbida atracción que parece ejercer el mal, se multiplican los acercamientos: libros, películas, artículos, citas, menciones, imágenes, etc. Curiosamente, en medio de semejante compañía, la imagen que proyecta Robert S. McNamara es la de un funcionario público, e incluso más, la de un burócrata; alguien poseedor de una monstruosa mente racional cuya experiencia de vida nos es ahora presentada bajo la forma de once principios, todas estas bien aplicables a un ejecutivo eficaz, tal cual como se hace con Tzun Tzu.

1) Empatiza con tu enemigo;
2) La racionalidad no va a salvarnos;
3) Hay algo más allá de uno mismo;
4) Maximiza la eficiencia;
5) La proporcionalidad debe ser una directriz en la guerra:
6) Obtén el dato;
7) Lo que ves y lo que crees con frecuencia están errados;
8) Debes estar preparado para reexaminar tus razonamientos;
9) Para hacer el bien, puedes tener que involucrarte en el mal;
10) Nunca digas nunca;
11) No puedes cambiar la naturaleza humana.

Estas 11 lecciones, fueron de gran relevancia para la historia no sólo de los Estados Unidos, sino de muchas naciones o el mundo entero. Mucha gente lo desconoce, pero mucho del éxito de estas acciones radicarían no sólo en conocer perfectamente lo que uno quiere conseguir, sino el éxito principalmente radica en lo que suena en una paradoja: conocer y comunicarse con el enemigo. Lo que suena en momentos una contradicción, es quizá lo que distingue el éxito del fracaso en la política.

Y esto queda patente en el momento en que Robert S. McNamara describe y compara dos de los más relevantes hechos acontecidos durante la guerra fría. El primero de ellos, es la crisis de lo misiles en Cuba y el segundo, la Guerra en Vietnam. El primero se refiere al momento en que los Estados Unidos detecto la presencia de misiles nucleares en la isla de Cuba, lo que puso en tensión al mundo ante la posibilidad del inicio de una tercera guerra mundial, la segunda es por todos sabida.

En cuanto a la primera, dice Mcnamara, la base de la conclusión satisfactoria de la crisis de los misiles fue la constante comunicación entre el presidente ruso Krushchev y el presidente norteamericano Kennedy. Si bien, la tecnología y la situación del momento no permitían una comunicación directa entre ambos, estos siempre procuraron mantener canales de comunicación que permitieran identificar claramente las intensiones de su contraparte así como la identificación de traiciones y mala información. Al final, tanto Kennedy como Krushchev pudieron llegar a un acuerdo que destenso la situación y evito el inicio de una guerra mundial de consecuencias catastróficas.

En el caso contrario encontramos la guerra en Vietnam, la cual pudo haberse evitado de haber seguido permaneciendo los canales de comunicación entre ambos líderes del mundo, al mismo tiempo que un mayor entendimiento de la historia vietnamita, y con su contraparte en el norte de Vietnam. De haberlos conocido mejor, se pudieron haber construido mejores canales de comunicación. Lo que les hubiese permitido entender a los norteamericanos que los vietnamitas nunca hubieran permitido una intromisión de los soviéticos en su territorio. Lo que hubiera evitado la invasión norteamericana y con esto una de las más cruentas y costosa guerras para los norteamericanos. Sobre todo, cuando una vez comenzado el conflicto ya no se pudiera recobrar esos canales de comunicación que debieron haber existido desde un inicio.

Estos sucesos, sin duda, resumen una de las lecciones más importantes de la política. La comunicación es uno de los elementos mas importante de ellas, pero sobre todo la de mantener una buena, constante y fluida comunicación con nuestros oponentes o adversarios. Por mucho que sea una de las mas importantes lecciones es necesariamente la más practicada de todas; por el contrario. Como bien lo resumen Sun Tzu en “El Arte de la Guerra”, hay que mantener a nuestros amigos cerca, pero aun más cerca de nuestros enemigos. Y continua: “someter al enemigo sin luchar es la suprema excelencia. De este modo, lo que es de máxima importancia en la guerra es atacar la estrategia del enemigo”. En la política, como en la guerra, aplica lo mismo: hay que conocerlo, tenerlo cerca, comunicándose con él, permanentemente y hacerlo bien.

Caben unas precisiones finales. La comunicación no es solamente darle la oportunidad al otro de expresar sus ideas, su sentir y sus inquietudes; lo que equivaldría a un dialogo de sordos. Tampoco lo es dejar hablar solamente para así tener derecho a hablar nosotros, lo que equivale a una yuxtaposición de monólogos. El gran secreto de la comunicación radica en la habilidad de colocarse en los zapatos de nuestra contraparte. La empatía es solo un parte de la comunicación pero no es necesaria ni suficiente.

2 comentarios:

OSO dijo...

Está muy claro que así evitamos que el "Otro" se sienta engañado y ofendido de mamera que el asunto se descontrole y se nos valla de las manos

Alfonso dijo...


Me hace gracia leer "Lo que hubiera evitado la invasión norteamericana y con esto una de las más cruentas y costosa guerras para los norteamericanos", o sea, que fue una cruenta guerra "para los americanos", que perdieron 58.000 soldados, más que para los vietnamitas, que perdieron 2 o 3 millones de personas.

En realidad, los norteamericanos ganaron en Vietnam: invadieron impunemente un país soberano, con la eterna excusa del miedo al comunismo (ahora sería el miedo al islamismo, cuando hay paranoicos de por medio, cualquier cosa vale...), mataron a millones de personas (sí, sí, amigos, el capitalismo también tiene en su cuenta docenas de millones de muertos en todo el mundo, desde el siglo XIX hasta hoy, puede que cientos de millones), y después se largaron sin que nadie condenara a los criminales. Si eso no es una victoria en toda regla, yo soy el Papa!!!