En referencia al mundo de los negocios, suelen intercambiarse los términos empresario, ejecutivo y líder, con el riesgo de generar una confusión entre sus significados. Si bien las personas que dirigen empresas cuentan con rasgos de estos tres prototipos, resulta importante tener clara la diferencia entre los mismo.
Un empresario, es en esencia, un creador, alguien que -de alguna manera- se adelanta a su tiempo y vislumbra cosas que el resto aún no llega a ver del todo, alguien que no se siente necesariamente restringido por las premisas aceptadas en el contexto en el que opera. Su visión peculiar le genera la voluntad suficiente para superar los obstáculos y desafíos que encuentra. Es alguien que confía en su instinto.
Un ejecutivo, en cambio, es un optimizador, alguien con la capacidad especial para leer y entender a plenitud el contexto en que se desenvuelve y los factores críticos de éxito en su actividad, lo que le permite perfilar bien y hacer crecer su empresa gracias a una eficiencia operativa. Requiere mucha racionalidad y disciplina. Maneja el riesgo con especial prudencia.
Un líder, para merecer ese nombre, debe ser un transformador, alguien capaz de entender y manejar el cambio para renovar su institución o empresa. Hay actividades de todo tipo que pasan por etapas en que son vistas como maduras o estancadas. Los líderes son aquellos con la capacidad de transformarlas, de convertir las eventuales crisis en nuevas oportunidades.
Felipe Ortiz de Zevallos
Semana Económica, 23 de octubre del 2005
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